Sofía dando las palabras de bienvenida, mientras el resto espera a su intervención |
Este 27, último domingo de mayo celebramos en Amaranta el día del Árbol, recuerdo que antes se celebraba en las escuelas primarias con mucha resonancia. En honor a aquellos tiempos y con la idea de que los muchachitos de Amaranta tuviesen la oportunidad de vivir esta experiencia, decidimos planificar esta celebración.
Los seis niños fueron los anfritiones de la celebración. Recibieron a los visitantes de ese día y cumplieron con sus tareas encomendadas. Sofía dió las palabras de bienvenida, hizo énfasis en la responsabilidad que tienen ellos, los niños del planeta, en mantenerlo vivo y sano. Franco habló de cómo han apendido a reconocer las aves que visitan el observatorio y los árboles del bosque que nos rodea. Ezequiel habló sobre las características más notables de los colibríes. María fué la guía dentro del observatorio y mostró e identificó a los visitantes los colibríes presentes ese día. Las más chiquitas, Stephany y Andrea fueron las responsables de plantar el árbol de Araguaney en la calle.
María le muestra a Aura Marina los dibujos |
Durante semanas nos preparamos con entusiasmo para la celebración. Beatriz montó una pequeña galería en el observatorio para mostrar los dibujos que han hecho durante meses, mientras yo les enseñaba y ensayaba con ellos lo que harían ese día. También tuvieron la oportunidad de ser entrevistados para la ocasión. Con alegría pintaron el gran árbol que adornó la entrada del comedor ese màgico domingo de mayo.
Pero la verdadera magia de ese día no fue ensayada, al momento de sembrar el Araguaney, espontáneamente todos los presentes nos tomamos de las manos y entonamos las notas del himno al árbol. Los gnomos y los duendes del bosque nos acompañaron. En ese momento cada uno de nosotros fuimos niños de nuevo.
Pero la verdadera magia de ese día no fue ensayada, al momento de sembrar el Araguaney, espontáneamente todos los presentes nos tomamos de las manos y entonamos las notas del himno al árbol. Los gnomos y los duendes del bosque nos acompañaron. En ese momento cada uno de nosotros fuimos niños de nuevo.
Al regreso Rosa Elena Albornoz, quien aparentemente realiza actos de magia, hizo con los niños una actividad maravillosa. Su plan era observar aves con ellos, pero previo a ésto les pidió que se acostaran en unas alfombras e hizo una meditación. Fue un momento increible, hubo un silencio de más o menos media hora, sólo se escuchaba el silencio de las aves. Luego a ver pajaritos. Muy lindo la verdad.
Mas tarde Maximiliano Bandres instaló un telescopio para ver el sol reflejado en una lámina de papel. Maravillados vimos las manchas solares y escuchamos lo que Maximiliano nos explicaba acerca de ellas. Ezequiel se preguntaba por qué no se veían los rayos del sol, así como en los dibujos.
Después de la merienda los vecinos y amigos disfrutamos de las poesías de Josefina López y las melodías interpretadas por Janny Álvarez.
Así pasamos nuestro día, un hermoso día en el que desde los más pequeños hasta los más grandes, como Doña Felicidad de 95 años, disfrutamos de un nuevo encuentro con la naturaleza.
La magia no se planifica, es por eso que estamos agradecidos por tener días como estos, por tener amigos como los que tenemos, por los momentos espontáneos y por las cosas sencillas de la vida. Damos gracias por los árboles, la música y la poesía. Damos gracias al radiante corazón que sale por el este todas las mañanas y al asombroso acto de magia que es la luna. Agradecemos a la tierra que sabemos responde con el pulso de su amor a los cuidados genuinos que le damos.
Cecilia Martínez
Maravilloso, es así como sucede la verdadera transformación. Que el movimiento continúe...
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