martes, 20 de septiembre de 2011

Es la hora del Recreo en Amaranta




Desde la últim
a mitad del mes de Julio y durante el mes de Agosto he tenido la oportunidad de observar una gran cantidad de aves juveniles visitando con sus padres los comederos y bebederos del Observatorio.

Cuando se observan pocas hembras en los comederos y bebederos, o transportando material para la elaboración de nidos, en aproximadamente un mes empiezan a llegar los pichones.

El proceso de elaboración de los nidos dura mas o menos quince días. Recogen ramitas secas, pedacitos de hojas, papelitos o cualquier material que consideren apropiado.


Este año, cuando vi que estaban en estas faenas les coloqué fibra
de coco, esa que se utiliza en los forros para las cestas de las plantas. Desmenucé varias y junto con la pelusa de la secadora, las coloqué en sitios estratégicos.

La pelusa sirve para el acolchado de los nidos. Muchos de ellos
utilizaron este material especialmente el Azulejo Golondrina.

Muchas de las aves utilizan la tela de araña como pegamento en la construcción de sus nidos y musgo como camuflaje de los mismos. Los colibríes son muy hábiles es estas faenas, con sus picos largos retiran los casi invisibles hilos con mucha delicadeza y en cuanto al camufaje, podré decir son expertos, pues encontrar sus nidos es una tarea que requiere de una observación minuciosa.

Los pichones llegan ya emplumados, pero con menos colorido y una evidente desorganización del plumaje. Además, su vuelo es torpe y en el caso de los fruteros, arman una algarabía para que los padres les alimenten en el pico.

Por parte de los colibríes, los mango pechinegro juveniles parecen todos hembra: su pecho blanco, con una raya negra en el centro, que en el macho va ampliándose hasta llenarse todo de color negro violáceo. Cuando ellos estén mas maduros, emprenderán su partida hacia tierras bajas a mediados de Octubre. Su regreso será en Febrero.

El colibrí grande cola negra también tiene juveniles hembras y machos.
Hay muchos juveniles cola de Oro. Ellos se distinguen muy bien cuando están cerca de un adulto. El hermoso color morado brillante de la cabeza y el cuello del adulto es, en los machos juveniles, muy opaco y desteñido. El color de las hembras es también poco brillante.

En cuanto a sus movimientos se notan vuelos muy cortos entre las
ramas donde están posados y las flores o los bebederos. Su fragilidad es evidente. Poco a poco van ejercitando sus alitas, hasta que logran el zumbido en su vuelo.

En cuanto a las otras aves, los escandalosos Querrequerres también tienen cria. Se puede reconocer a los juveniles por su plumaje desorganizado y opaco; también por la forma y color de sus ojos: en el adulto los ojos son amarillo y negro, muy vivaces, los juveniles tienen los ojos negros y algo hundidos. Son muy exigentes al pedir su comida.

Aunque no llegan a los comederos, los gigantes Conotos arman una
algarabia sobre un racimo de cambur maduro. Muy llamativos los Chocolateros, cuyos pichones son marrones con manchas negras, hasta que defines su sexo: serán totalmente marrones las hembras y negros, con un grupito de plumas blancas en las alas, los machos.

La Tangara Copino, muy mansas y habituadas dentro del observatorio, traen tambien a sus muchachitos
machos y hembras, que ya son mas independientes.

En cuanto al Carpintero Habado, con su traje de cretona blanco
y negro, su gorrito rojo en el macho, y pálido en la hembra. Enseñan a sus pichones a verse en los espejos y a colgarse en los bebederos de los colibríes para tomar agua con azúcar.

La
multiplicación de las pequeñas Reinitas Comunes es impresionante. Este año he visto dos camadas de juveniles. En este mes de septiembre se agrupan en diferentes sitios del observatorio. Ellas tienen sus bebederos y también le roban el néctar a muchas flores.
La algarabía del canto fino entre ellas me recuerda a la hora del recreo
en una escuela primaria. Y como si se tratase de dulces caramelos durante el receso, comen la envoltura de las semillas de la palma areca, la cual es muy dulce. Allí también come el Curruñata pico gordo y su familia.

Cecilia Martínez