domingo, 28 de abril de 2013

La comunicación con las aves

Sorocua Acollarado. Fotografía. Farid Ayach

Después de haber tenido casi toda mi vida un contacto directo y muy cercano con la naturaleza y tras muchas horas de silencio, he logrado de forma espontánea, entender la comunicación y las respuestas a los cantos y llamados de las aves.

El domingo pasado a eso de las seis de la mañana, después de tomar un café, fui a la parte baja de la casa, tenía un pálpito, algo bonito pasaría.

Allí abajo me senté en silencio. Empecé a escuchar en el bosque, a mi lado derecho, el típico llamado de un Sorocuá Acollarado. Su canto triste, en tres golpes y a lo lejos. Como siempre, cada vez que lo oigo, empecé a llamarlo, a imitar su canto. Poco a poco lo sentía más cerca. En media hora lo tuve al frente, a mas o menos dos metros de distancia. Me mostró toda su belleza, ese color rojo del vientre hasta el pecho, con una banda blanca que lo separa nítidamente del verde del cuello, el pico cortico y amarillo. Siguió cantando, los mismos tres tonos que hacían mover su pecho. Parado en la rama seca de un cafeto, respondía a mi silbido. En poco tiempo hubo una intervención lejana. Él movía la cabeza de un lado a otro con una serenidad pasmosa, mientras el otro canto lejano se acercaba.

Sigilosamente, una hembra se colocó a su lado. Igualmente bella. El color rojo un poco desteñido, la banda blanca separaba muy bien el marrón del cuello y del resto del cuerpo. Mi asombro fue inmenso. Entendí que éste amigo quiso mostrarme a su hembra. Después de este encuentro los dos volaron hacia una zona oscura y muy tupida del bosque a mi izquierda.

Posiblemente están buscando un orificio de algún tronco para hacer su nido. Es tiempo de reproducción. Están cercanas las lluvias y ellos lo saben. El canto de las cotaras, el croar de las ranas y el trino de las chicharras lo están anunciando. Todos estos sonidos son parte de la comunicación en la naturaleza. Las aves así lo entienden. Sin embargo muchas personas no lo saben y algunas otras, que tienen la oportunidad de oírlos, los ignoran.

Todo esto me hace reflexionar sobre la imperiosa necesidad de entendernos como parte de la naturaleza, de escuchar sus mensajes y realmente (re)aprender a comunicarnos con ella, así como entre nosotros. Este conocimiento nos va a permitir comprender y participar activamente en la conservación de estos espacios de bosque, así como de todos los espacios naturales que cohabitamos las especies que aún vivimos en este maravilloso planeta.

Cecilia Martínez