María, Isabel y yo |
Hace unos días por la
mañana tuve la fortuna de caminar junto con María, Isabelita y Farid por una de
las calles cercanas a la casa. La calle Paraíso es realmente un camino dentro
de un hermoso bosque. Allí se pueden observar muchos árboles como guamos,
bucares, majaguas, algunos mangos centenarios y por supuesto muchos yagrumos.
En un recodo de la calle están agrupados muchos yagrumos, formando un pequeño
bosque que llamamos “El bosque de los yagrumos”. Entre los matorrales hay
muchas trochas angostas, las hacen los picures y lapas en su tránsito diario.
Una rama de un yagrumo solitario, con hojas nuevas, es el hogar de
una enorme pereza, quien se prepara para recibir el sol y secar su pelaje luego
del rocío de la mañana.
En el camino nos llamó
la atención la cantidad de Paraulatas de montaña con sus pichones, que estaban
entretenidas cazando insectos. Ellas, maravillosas cantoras, quienes desde las
cinco de la mañana entonan su canto pausado y largo, competían con la Paraulata
negra, cuyo canto es más agudo y con diferentes trinos. Luego se les sumaron
los Cucaracheros bigotudos, escondidos en los matorrales de la orilla cantaban sin
dejarse ver. Fue maravilloso escuchar
todos esos cantos al mismo tiempo. Realmente indescriptible.
María, con su corta
edad, ocho años recién cumplidos, le advierte a Farid que debíamos estar
pendientes de una pareja de tucusos barranqueros, ellos tienen su hábitat a un lado del camino. Fue sorprendente cuando al
poco tiempo revoloteaban sobre nuestras cabezas cuatro de ellos, estaban decididos a cazar unas cuantas
mariposas. Su dorso verde brillante, el pecho y la cola ocre y un babero
blanco. Allí permanecieron por largo rato, de una rama a otra.
Fotografía. Farid Ayach |
Previamente nos había
sorprendido un Sorocuá Acollarado. Su presencia fue delatada por un celaje rojo que percibimos se movía entre las ramas de un árbol. Que maravilla tener aquella ave tan cerca. Ella respondía a mi llamado,
con ese silbido triste en cuatro tiempos. María no dejaba de expresar su
alegría porque al fin había visto el pájaro de “cola de teclado de piano”, como
lo llama ella. Ese día fue la primera experiencia de Isabelita observando aves,
estaba sorprendida.
Fotografía. Farid Ayach |
El azul intenso y
brillante de un Pico Gordo Azul, un Atrapa-mosca listado, un Amazilia bronceado
coliazul, muchos semilleros y variadas mariposas terminaron de completar toda
aquella gama multicolor y polifónica de una caminata de tres horas en este pedacito de
bosque nublado.
Cecilia Martínez
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