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domingo, 23 de septiembre de 2012

Las Flores de los Colibríes


Lágrima de Cristo. Fotografía de Farid Ayaach
Los colibríes, que se alimentan del néctar de las flores, son aves con un altísimo gasto de energía, por lo que tienen que visitar un promedio de tres mil flores al día para poder vivir. Además del néctar de las flores, que les aporta los azúcares, los colibríes obtienen las proteínas de pequeños insectos, como arañitas y moscas Drosophilas (Moscas de las frutas). 

Las flores que ellos visitan para alimentarse tienen generalmente formas de campanas, con tubitos largos en cuyo fondo se encuentra el néctar. Ellos introducen su largo pico, extienden la lengua y con ella arrastran el néctar. Al alimentarse de ésta manera hacen contacto directo con el polen de las flores actuando también como polinizadores. Por lo general trasportan el polen en la frente, la cual se les colorea de diferentes tonos, a veces confunden a los observadores, haciéndoles creer que son una nueva especie de colibrí.

Hay flores que son muy largas y ellos les llegan por la base ó Cáliz. Muchas de estas flores son visitadas previamente por otras aves nectarívoras (Reinitas, Diglosas) llamadas roba- néctar, quienes perforan  esta zona de la flor y facilitan la llegada de los colibríes. Esto lo podemos observar en esas especies de cayenas de flores cerradas: conseguimos siempre un agujerito cerca del sépalo. En este caso no hay polinización.

Diamante Gargantiverde en flor de Camarón. Fotografía de Farid Ayaach
Las flores mas visitadas por los colibríes son las siguientes:
Las cayenas rojas, de corola sencilla. La Lavanda: de inflorecencia color violeta, desde donde se desprenden pequeñas florecitas blancas y en algunos casos moradas. La Mermelada: un arbusto leñoso que produce flores pequeñas en forma de trompeta, en racimos de colores entre  naranja y amarillo. El Camarón: arbusto leñoso que produce unas inflorecencias amarillas o rojizas, con florecitas blancas. El farolito chino: una especie de cayena con unas flores pequeñas, de color rojizo, que cuelgan como péndulos. La Lágrima de Cristo: es una planta colgante, de hojas alargadas de color verde intenso, de flores tubulares muy pequeñas, de color rojo y en algunos casos  amarilla. El Cariaquito: planta leñosa. Produce abundantes flores muy pequeñas agrupadas en pequeños racimos. Los hay en amarillo, naranja, morado, combinaciones de  rosado con amarillo o de rojo y amarillo. Los cariaquitos son visitados por los colibríes más pequeños.

Existe una planta silvestre que crece entre los arbustos en las orillas de los caminos. Tiene hojas grandes y ásperas, presenta una inflorecencia  recta y verde, de la cual se desprenden florecitas rojas o azul añil. La roja la conseguí en la orilla de la calle y la azul me la trajeron del sur del Orinoco.  Maravillosa planta. A todos los colibríes les encanta. Esa planta tiene como nombre común Tucusito. Pertenece a las Verbenáceas.

Tucusito. Fotografía de Farid Ayaach
Las heliconias, también llamadas platanillos o el común Riqui-riqui. Son plantas que crecen en zonas húmedas. Son flores muy buscadas por los Ermitaños. También es muy común ver colibríes llegando a las flores de la sábila.

Hay una planta pequeña de hojas redondas, soportadas por un tallo muy delgado y largo. Produce unas flores en forma de campana. Sencillas, de colores amarillo, rojo o naranja, despiden un aroma maravilloso y tienen suficiente néctar. Se llama Capuchina y es una flor comestible usada  en la cocina europea. Esas semillas vinieron en un sobre de flores para colibríes, traídas por mi amiga Aura Marina. 

En los días de floración de los Bucares los colibríes se van de paseo, esos inmensos árboles que se visten de naranja entre los meses de Febrero y Marzo, se convierten en los alimentadores de estas pequeñas aves. Igual sucede con los Guamos entre Agosto y Septiembre.
Cuando camino en las zonas boscosas  estoy pendiente de si hay colibríes y veo qué flor están visitando. 

Orejivioleta Marrón en flor de Mermelada. Fotografía de Farid Ayaach
Tengo un lema que siempre le digo a las personas que me visitan: Si colocas flores en tu balcón, seguramente te visita un colibrí. Sin embargo les recomiendo que cuando compren plantas de flores en los viveros, las dejen unos días en cuarentena, de esta manera  se eliminan los restos de insecticida. Así evitamos que estos pequeños pajaritos tengan contacto directo con estos químicos, dañinos para su organismo.


Cecilia Martínez

martes, 15 de noviembre de 2011

Los Juanes en Amaranta



En los primeros días del mes de Septiembre recibimos en Amaranta la visita de tres hermosos niños, junto con su madre Adriana y la Sra. María. No había tenido la experiencia de tener niños aquí, pues los espacios son muy abiertos y en ocasiones representan riesgos para ellos.

Luego de su viaje en carretera desde Upata en el Estado Bolívar llegaron muy cansados, pero ilusionados con el frío y la neblina de la montaña.

Cada uno de ellos se llama Juan. Juan Vicente, de 11 años, algo tímido al comienzo, muy observador. Cada vez que podía volaba con sus pensamientos en la alas de un colibrí. Juan Andrés, de 8 años, con unos hermosos y vivos ojos, que lanzaban chispitas cuando se le ocurría una travesura. Me recordaba la canción de Atilio Galindo "Son chispitas a veces tus ojos". Y Juan José, el más pequeño de los tres, de 4 años, muy alegre y conversador. No le gustaban mucho los huevos, pero todas las mañanas una gallina le enviaba un huevito que el comía gustoso mientras yo le cantaba Allá viene, allá Juan José.

La noche de su llegada, luego de explorarlos rincones de la casa, me hicieron una pregunta ¿Y no hay televisión? Pues habían traido videojuegos y algunas películas. Les dije que no, pero que les podía buscar una.

Durante los cinco días de su estadía descubrieron el mundo de las aves, hicieron fotografías, pintaron cosas hermosas, jugaron con Sansón. A veces bajaban a la quebradita y allí jugaron en las chorreras de agua. Una noche preparamos una sesión con el microscopio y tuvieron la oportunidad de observar detalladamente algunos insectos que habían recolectado en el día. Hicieron objetos de reciclaje y salieron a jugar pelota a la calle con Sansón.

En esos cinco días con nosotros no recordaron la televisión o los videojuegos. Se entregaron por completo a vivir la experiencia de la naturaleza y los juegos que hay en ella. Aprendieron los límites que la misma naturaleza establece para no hacerse daño y a respetar esos límites para mantener el equilibrio.

El día de su partida sentí un profundo silencio. Hacían falta su bullicio, sus juegos y sus risas. Esta ahora también es su casa.


Dios bendiga a los tres Juanes.


Cecilia Martínez